No quitarse las medias
El error recurrente de todos los
varones. No sabemos a ciencia cierta si es por algún pudor mental o el apuro
del calentón pero casi todos los hombres caen en la cursilería de llegar a la
plena pasión con los calcetines puestos, estirados en su totalidad sin importar
el diseño, color y textura de los mismos.
Nada más huachafo que en la
desnudez del amor les provoque abrigarse los piecitos.
A veces nos toca cerrar los ojos
para no desanimarnos.
Los falsos Latin Lovers
Vivimos en una cultura sexual
diseñada para satisfacer a los varones y ellos se preocupan poco por
complacernos. Nosotras compartimos la culpa pues solemos callar ante la falta
de pericia, técnica y buenas artes de nuestros compañeros; por tanto, ellos
viven engañados con la sobrevaloración de su capacidad amatoria. Muchos desconocen el lugar exacto del punto
G, las zonas femeninas más sensibles y en el colmo del desconocimiento ignoran
el nombre correcto del clítoris sustituyéndolo por el de clíctoris.
Nada más ajeno al buen gusto que
alguien quien presume de ser un verdadero Latin lover en la cama con capacidad de estremecer a la más frígida, no
sepa tocar, besar o lamer la delicadeza íntima de una dama, y en realidad no sea
más que un mal amante petulante (hasta una rima salió).
Narcisistas sexuales
El narcisismo evoca el amor hacia
uno mismo, en psicoanálisis representa una forma específica de
relacionarse con la sexualidad. Cuenta el mito que Narciso murió mientras
observaba embelesado su belleza en el reflejo del agua.
Pues exactamente igual que
Narciso, hay algunos hombres extremadamente fatuos que mientras están en plena
posesión de su chica se excitan con su propia imagen reflejada en el espejo. Es
natural ver y excitarse mientras haces el amor, pero se excitan con ver sus
propios cuerpos en el acto. Adoptan poses (estilo Charles Atlas) mientras
penetran a su mujer, hacen gestos y ademanes de supuesta sensualidad que cuando
una –con tan mala suerte- pesca la escena, indudablemente pierde el gusto por el momento y desea
carcajearse hasta llorar.
Resulta tan cursi saber que él se
excita con verse a sí mismo, que la huachafería inhibe la pasión.
Buscando falsas respuestas
Hombres de mundo, inteligentes,
experimentados y con amplio bagaje sexual cometen el ridículo error de hacer
preguntas totalmente cursis condicionando la mentira como respuesta.
Como por ejemplo: ¿te
gusta mi termómetro?, ¿habías visto uno tan grande?, ¿te derrites por tocarme
la flauta? ¿Nadie te ha tocado como yo?,
¿extrañaste a Junior y a sus gemelos?, ¿quieres comerte el coso de papi?,
¿tienes miedo de mi garfio? E
inventan cuanta pregunta tenga por respuesta un halago a su virilidad.
Tanto hombres como mujeres
sucumbimos ante la cursilería de pretender ser, sentir o decir algo que no
somos, sentimos o pensamos con el único fin de quedar excelente ante los ojos
de nuestro amante. Hemos convertido el desempeño sexual en una constante competencia
para impresionar al otro basándonos en estereotipos ficticios que lo único que
hacen es alejarnos de la comodidad, confianza y del placer de ser uno mismo
durante el sexo.
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