De todo el ADN que hay en nuestras células, una cantidad enorme se considera “ADN basura”. La cifra es sorprendente: el 97% de nuestro genoma está formado por secuencias no codificantes,
largas porciones que no tienen una traducción directa a proteínas, y
por lo tanto no ofrecer ninguna función concreta. Pero si están ahí, por
algo será, ¿no? Según un estudio reciente, su función puede estar en la regulación del desarrollo celular.
Desde hace cierto tiempo, los biólogos moleculares y los genéticos
saben que hay algo que se escapa a nivel científico. El sistema de
almacenamiento de la información en forma de ADN es simple y elegante,
pero tal vez demasiado simple. Y las evidencias
científicas de que hay mecanismos más allá de la secuencia de ADN para
controlar los genes – lo que se conoce como epigenética – se han ido acumulando. Pero hasta ahora no se había pensado que el “ADN basura” pudiera servir para esto.
El “ADN basura” está formado por secuencias que no tienen
significado, que no se pueden traducir a proteínas. En muchas ocasiones
se sitúan entre los genes propiamente dichos, y ayudan a separar unos de otros. Pero también se pueden encontrar en mitad de secuencias codificantes, que se traducen a proteínas.
Para generar las proteínas, que son las moléculas que cumplen una
función, el primer paso que dan las células es traducir la información
contenida en el ADN en otra molécula, denominada ARN mensajero (m-ARN). Esta llega a los ribosomas, que son las fábricas de proteínas de las células, y sirven como patrón para generar las sustancias necesarias para la vida celular: desde aquellas que sirven para dar estructura hasta las enzimas encargadas de producir energía a partir del alimento.
La forma en que funciona la información genética es la siguiente: el
gen contenido en el ADN se traduce a m-ARN, tanto con secuencias
codificantes como no codificantes; el m-ARN se edita y se eliminan las
partes “basura”, denominados intrones;
y desde allí viaja al ribosoma para servir de modelo para una proteína.
¿Y qué pasa si los intrones no se eliminan? Al llegar a ellos el
ribosoma se para. A fin de cuentas, esas regiones no tienen “sentido” y no se pueden traducir.
En el artículo se explica cómo se utilizan estas regiones para
decidir qué proteínas se generan y cuáles no. Para editar el m-ARN hacen
falta enzimas, que son proteínas. Si faltan éstas, los intrones siguen
en su lugar y no se dan proteínas. Y si las proteínas que faltan son las
responsables de características importantes de las células, pueden dar
como resultado que se den unos tipos celulares en lugar de otros.
Lo más interesante de este mecanismo es que resulta mucho más
eficiente que otros que ya se conocían. Todos los m-ARN contienen
intrones y todos se editan. Si las proteínas que generan se necesitan,
sólo hay que editar la secuencia y pasar a generarla; si no, se mantienen ahí hasta que se degradan o pasan a ser necesarias.
De momento, esta forma de regular los genes y con ello el desarrollo celular sólo se ha demostrado en glóbulos blancos humanos,
un tipo de células altamente especializado. Pero los principios básicos
sirven para cualquier otro tipo de células y de tejidos. Pero no sólo
eso: entendiendo bien esta nueva forma de controlar el crecimiento y
diferenciación se pueden tratar muchas enfermedades, como cáncer y leucemia.
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