En tiempo récord se ha canonizado a Juan Pablo II.
En una ceremonia sin precedentes, el “Papa Peregrino” fue elevado a la
categoría de santo junto a Juan XXIII. Casi todos los medios peruanos,
sobre todo los de señal abierta, han realizado un especial por este
acontecimiento. Sin embargo, son pocos los que han informado sobre la otra parte de la historia de Karol Wojtyla. Traducimos e ilustramos algunos extractos de este artículo escrito por Maurren Dowd en The New York Times, sobre el encubrimiento que hizo Juan Pablo II, durante tres décadas, de los casos de pederastía.
Él No Es Un Santo, por Maureen Dowd
Foto: Associated Press
Al Vaticano le ha costado encontrar los dos milagros requeridos,
luego que el Papa Benedicto XVI, conocido como el Rasputín de Juan Pablo
y ejecutor de la ortodoxia, omitiera el periodo de espera tradicional
de cinco años, apresurándose en canonizar a su mentor. Sin embargo, el
verdadero milagro es que esto en verdad va a suceder. Juan Pablo era
carismático y un gran hombre en muchas maneras. Pero dado que presidió
la Iglesia Católica durante casi tres décadas de macabros escándalos de pedofilia y un grotesco encubrimiento, él no es ningún santo.
Una de las grandes vergüenzas de Juan Pablo II fue refugiar en el Vaticano al cardenal Bernard Francis Law [N. del T: Law es acusado de encubrir a 250 curas pederastas entre 1984 y 2002; no hizo nada para evitar más de 5 mil casos de abuso],
un horrendo facilitador de abusos a menores, quien renunció en 2002
como arzobispo de Boston. Otra brecha imperdonable fue la tenaz defensa que hizo el Papa a favor del sacerdote mexicano Marcial Maciel Degollado, pederasta, mujeriego, estafador y adicto a las drogas.
Bernard Law saludando a Juan Pablo II. Fuente: La Voz
La declaración fue seguida de un informe de las Naciones Unidas, donde se recrimina a la Iglesia por ignorar los abusos a menores cometidos por sacerdotes y los pecados del padre Maciel,
quien abusó constantemente de seminaristas adolescentes, algunos de tan
sólo 12 años, y tuvo varios hijos con al menos dos mujeres. Sus hijos
también denuncian que él abusó de ellos.
Es maravilloso que Juan Pablo pidiera a varias sociedades, comunistas
y capitalistas, que se arrepientan. Pero su tragedia es que él nunca
corrigió los defectos de su propia sociedad, la cual gobernaba
absolutamente.
Sus defensores dicen que el Papa se mantuvo en la oscuridad, creyendo
que las acusaciones eran falsas, como los esfuerzos por embarrar a la
Iglesia de su país natal, Polonia, durante la Guerra Fría.
Dado el gran daño que el escándalo ha causado a tantas vidas y a la Iglesia misma, ese argumento no tiene muchos defensores. Juan Pablo tuvo que reconocer el alcance de estas faltas y hacer algo al respecto, no jugar al trotamundos.
Juan Pablo puede ser una figura revolucionaria en la historia de la Iglesia, pero un hombre que miró hacia otro lado en una crisis moral no puede ser descrito como un santo.
Cuando la iglesia lo canoniza, está ignorando el infierno que causó a tantos niños y jóvenes que estuvieron a su cuidado.
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