Es muy habitual que la palabra
“problema” aparezca continuamente en nuestra vida profesional. Sobre
todo, si recién incursionamos en el mundo laboral y no tenemos ni la
menor idea de cómo solucionar o realizar algún encargo por parte de
nuestros superiores. Nos esforzamos, buscamos fuentes, nos volvemos
preguntones, pero parece que no es lo suficiente para terminar lo que
nos encomendaron. Esto produce que la palabra “deadline” se
intensifique, pasando de nuestra zona de confort universitaria a
preocuparnos por el intenso trabajo bajo presión.
Pero, ¿qué sucede cuando esa presión se vuelve un hábito?
Es muy probable que en el trabajar
florezca algún sentimiento encontrado con sus superiores o jefe directo,
pues empiezan a sentir que llevan la peor parte del trabajo o que,
simplemente, no les agrada como quisieran. Esto genera un típico
conflicto laboral.
Un conflicto que, al final, puede
manifestarse de muchas maneras pero siempre poniendo en juego el futuro
laboral del trabajador. Según escribió Mark Gerzo, CEO de Mediators
Fundation, en la revista Harvard Business Review, existen dos tipos de
conflicto laboral, los denominados conflictos “calientes” y los “fríos”.
El primero de ellos es altamente emocional, de esos que provocan gritar
en voz alta, utilizar un lenguaje vulgar y potencialmente explosivo.
Por otro lado, el conflicto frío es cuando una o más partes parecen
suprimir emociones, reflejado en el fruncimiento de labios o
conversaciones en un tono pasivo- agresiva; llevando a la relación
laboral a una situación de “guerra fría”.
Como notamos, ninguna de las opciones
resulta saludable ni constructiva para tener una buena relación con
nuestros pares. Por ende, los conflictos deben estar en una temperatura
“ambiente” para que puedan llegar a ser útiles y productivos para la
organización.
Para María Andrea Ganoza, psicoterapeuta
en terapia familiar y de pareja, resulta importante que tanto el
colaborador como el superior expresen sus emociones en el momento que
sucede el conflicto, porque si no podría descontrolarse cuando los
sentimientos se acumulan. “Es indispensable que al momento de expresar
sus diferencias, bajen la intensidad de la emoción, aislando sus
frustraciones y miedos en sus comentarios”, dice Ganoza. Si bien, la
resolución del problema no se aprende de un día para el otro, pues se
necesita de tiempo, de práctica y reflexión, un paso crucial para tratar
de solucionarlo es identificándolo y encontrando un espacio de
conversación entre ambas partes.
Si usted se encuentra en medio
de un conflicto y todavía no ha desarrollado las habilidades
pertinentes, aquí le dejamos seis consejos prácticos y sencillos de
seguir.
- No se apresure al actuar, tómese el
tiempo necesario para decir lo que piensa. De lo contrario, se podría
decir o hacer algo del cual se puede arrepentir.
-Evite los insultos y acusaciones. Trate de centrarse en el conflicto per se.
- Escuche y no sea selectivo.
- “Compruebe el indicador de temperatura”. Si el conflicto está demasiado “caliente”, no tratar de resolverlo de inmediato, debe esperar hasta que se haya calmado.
- Llame a un tercero para que pueda tener una opinión imparcial del asunto, alguien que pueda ofrecer una perspectiva vital para ambas partes.
- Ten muy presente la frase “no haga a los demás lo que no quieres que te hagan”. Sea cortés.
-Evite los insultos y acusaciones. Trate de centrarse en el conflicto per se.
- Escuche y no sea selectivo.
- “Compruebe el indicador de temperatura”. Si el conflicto está demasiado “caliente”, no tratar de resolverlo de inmediato, debe esperar hasta que se haya calmado.
- Llame a un tercero para que pueda tener una opinión imparcial del asunto, alguien que pueda ofrecer una perspectiva vital para ambas partes.
- Ten muy presente la frase “no haga a los demás lo que no quieres que te hagan”. Sea cortés.
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