La felicidad, aunque tiene fama de ser un estado difícil o aun imposible de conseguir, puede verse sin embargo como una coincidencia de circunstancias, la suma de elementos que, como estos hábitos, cuando se reúnen nos hacen un poco más felices de lo que éramos.
1.- Las personas felices conviven con personas felices
La felicidad es contagiosa.
Investigadores de la Framingham Hear Study estudiaron por más de 20
años a personas que se encontraban preferentemente entre personas
felices, descubriendo que de esta manera aumentaba su probabilidad de
que ellas mismas fueran felices en el futuro.
2.- Sonríen cuando tienen que hacerlo
La sonrisa puede o no ser un gesto
común, frecuente: en buena medida depende del individuo. Si este tiene
pensamientos positivos, felices, igualmente puede ser que una sonrisa
acuda con más facilidad y naturalidad a su rostro. Curiosamente, según
algunos estudios falsear una sonrisa durante una situación poco
agradable puede empeorar el estado de ánimo.
3.- Perseverancia.
Peter Kramer, psicólogo, asegura que la
perseverancia y no la felicidad es lo opuesto de la depresión. Al
parecer si hay algo que distingue a quienes son felices es su actitud
ante el fracaso: siempre saben reponerse.
4.- Intenta ser feliz
Un par de estudios publicados recientemente sostienen que basta con intentar
ser feliz —con proponérselo, con buscarlo— para fortalecer el bienestar
anímico, en especial en esos ámbitos que implican emociones positivas.
5.- Celebrar también los pequeños triunfos
Los triunfos personales, casi sin
excepción, nos llenan de felicidad. Sin embargo, lo usual es pensar
estos como las grandes victorias, aquellas que se consiguen solo a costa
de esfuerzo y aun sacrificio. ¿Pero qué pasa con los triunfos más
modestos que se tienen cotidianamente? ¿No puede considerarse también
digno de reconocimiento llegar puntualmente a una cita, terminar un
libro, haber hecho reír sinceramente a alguien?
6.- Gusto por los placeres sencillos
Como en el punto anterior, en el caso
del placer existe también un reino de lo sencillo, lo minúsculo quizá,
que a veces pasa desapercibido pero es capaz de proveer tanta o más
satisfacción que los llamados grandes placeres. Darle sentido a las
pequeñas acciones, ser agradecido con los dioses mínimos de la vida,
está asociado con una sensación generalizada de regocijo.
7.- Las personas felices hacen el bien a los demás
La felicidad puede mirarse también como
un circuito que se nutre a sí mismo y así se sostiene (y de paso
sostiene al mundo): hacer feliz a alguien tiene como consecuencia que
otra persona haga feliz a ese primero de la cadena. Solo que, claro,
aquí no hay primeros, ni últimos, sino solo una fuerza que se mantiene
circulando entre quienes emprenden acciones en beneficio de otros. Según
se publicó hace poco, por ejemplo, el trabajo voluntario repercute positivamente en tu salud.
8.- Dejarse llevar
Cuando hacer algo nos complace, es muy
frecuente que perdamos la sensación del transcurso del tiempo. Aquello
que hacemos es tan satisfactorio, que todo lo demás deja de importarnos,
incluso el paso de los minutos. Al parecer entregarse de esta manera a
una actividad altamente satisfactoria —que también implica motivación y
cierto grado de desafío— es importante para sentirnos felices.
9.- Profundidad de una conversación
Hace poco la revista especializada Psychological Science publicó un estudio
en el que mostró cierta tendencia de las personas felices por preferir
conversaciones profundas, sustanciosas, en vez de plásticas sobre temas
menores o banales. Al parecer es notablemente más satisfactorio hablar,
por ejemplo, de la situación sentimental por la que se atraviesa en ese
instante y no, digamos, del clima.
10.- Gastar el dinero en otras personas
El dinero no compra la felicidad,
pero al parecer, cuando se gasta en otras personas y no en uno mismo,
aumenta la sensación de ser feliz. Al menos eso es lo que sostiene esta investigación.
11.- Saber escuchar
Escuchar puede considerarse una de las
habilidades fundantes del ser humano. Escuchar implica reconocer la
existencia del Otro, respetar su visión de mundo, estar dispuesto a
conocerla y aun aprender algo de ello. Escuchar requiere y genera
confianza. Escuchar hace al Otro sentirse acogido, útil en el sentido de
que sus palabras transformaron de algún modo la realidad de la persona
que verdaderamente las escuchó.
12.- Preferencia por las relaciones cara a cara
En nuestro tiempo pareciera que la
tecnología de telecomunicaciones que tenemos a nuestra disposición es
más que suficiente para estar en contacto con nuestros amigos,
familiares e incluso nuestra pareja. La nuestra parece una soledad inédita, una soledad acompañada:
una persona puede pasar todo el día frente a su computadora y, aun así,
haber entrado en contacto con decenas o miles de semejantes, algunos
más queridos que otros. Con todo, el movimiento anímico que implica
tomar un autobús, un taxi o un avión para ir a ver a un ser querido —y
después de esto, efectivamente verlo, estar con él— tiene repercusiones
en nuestra necesidad de sentirnos parte de algo o de alguien, además de
que el contacto físico disminuye las sensaciones ligadas con la
ansiedad.
13.- Ver el lado bueno de las cosas
El optimismo, tan atacado desde hace
varios años, tiene sin embargo sus virtudes, quizá la principal el hecho
de que ver el lado bueno de las cosas disminuye el estrés y sus
síntomas, además de que incrementa nuestra tolerancia al dolor. Un
estudio reciente mostró que tener una actitud positiva mejora la salud de quienes tienen padecimientos cardiacos.
14.- Aprecia la música
La música, como una de las manifestaciones más elevadas del espíritu, mucho tiene que ver en la consecución de la felicidad. En esta investigación,
por ejemplo, se notó que la música que escuchamos puede afectar la
manera en que percibimos el mundo: una tonada triste nos hará ver un
mundo triste, mientras que una feliz quizá aumente esa misma felicidad
para el mundo.
15.- Desconéctate
Aunque se trata de un fenómeno demasiado
cercano (todavía) para estudiarse, varias voces han señalado ya los
alarmantes niveles de ansiedad que acompañan nuestra vida perpetuamente
conectada. El teléfono portátil, la computadora y otros gadgets
mantienen casi de tiempo completo una parte de nosotros en ese otro
mundo que es Internet y sus territorios. El fin de semana pasado el
escritor estadounidense Jonathan Franzen publicó en The Guardian
un ensayo en el que, entre varias otras cosas, denuncia este vicio del
mundo contemporáneo en el que “tenemos que decir adiós a la estabilidad
laboral y hola a una vida llena de ansiedad. Nos tenemos que volver tan
incansables como el capitalismo”. Ante este panorama, ¿desconectarse no
parece una alternativa deseable para la salud emocional? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si dejaras Internet por un año?
16.- La importancia de la espiritualidad
El cultivo de la espiritualidad nos hace
reconocer que somos algo más que materia. Que una parte muy importante
de nosotros está hecha de elementos intangibles pero valiosos. En casi
todos los casos la espiritualidad y el reconocimiento de lo sagrado en el mundo
nos hacer ser agradecidos, generosos, pacientes, tolerantes, además de
otras actitudes que, cuando practicadas, redundan en nuestra propia
felicidad.
17.- Ejercítate
Es sabido que el ejercicio físico libera endorfinas, además de otras sustancias neuroquímicas que modifican nuestra actitud frente al mundo,
casi siempre otorgándonos una sensación satisfactoria de la realidad.
El ejercicio disminuye el estrés y algunos síntomas de la depresión,
además de mejorar nuestras habilidades cognitivas y hacernos apreciar más nuestro cuerpo.
18.- Busca la naturaleza
Una caminata de veinte minutos revitaliza, tanto el cuerpo como la mente y el espíritu. De acuerdo con numerosos estudios, el contacto con la naturaleza despierta las sensaciones de bienestar y felicidad en quien así lo experimenta.
19.- Duerme bien
Cada persona tiene su propio ritmo de sueño y descanso, pero en todos es importante que este se cumpla para que lo mismo el estado anímico que el bienestar corporal funcionen correctamente.
20.- Ríe tanto como puedas
Reír es más que una expresión: es toda
una reacción química de nuestro cuerpo en la cual se liberan sustancias
que combaten el dolor y la tensión, fortalecen el sistema inmune e
incluso, como el ejercicio físico, controlan el apetito y reducen el colesterol.
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