Somos tan felices que no lo publicamos en las redes sociales
Un par de amigas se encontraron luego de mucho tiempo de no verse.
-¿Pero qué ha pasado con tu vida? ¡No he visto publicaciones tuyas en Facebook!
-¡Qué curioso que lo digas! Llevo un muy buen tiempo en una tarea que ha puesto mi vida en una perspectiva totalmente diferente. Un día me di cuenta que el hombre de mi vida estaba a mi lado, pero yo no lograba estar junto a él; que mis relaciones familiares no eran más que grupos de chat y Facebook donde sólo aparentábamos tener una vida perfecta; que las conversaciones con mis amigas se limitaban a chatear a diario y nunca supimos ponernos una cita para tomarnos un café, tú misma eres testigo, si no nos hubiéramos encontrado por casualidad, ni siquiera sabríamos cuánto hemos cambiado desde la última vez que nos vimos. Toda mi vida estaba transcurriendo en la realidad y yo apenas si lo notaba.
Un día me cansé de vivir en un mundo que no existe y de intentar, con las redes sociales, llenar los vacíos. ¿Cuántas personas conoces que acostumbran publicar sus sentimientos, estados de ánimo, viajes y toda sus vidas en Facebook o Twitter? Es como ver un montón de muertos en vida que, contrario a parecer visibles, lo que tratan es de -realmente- esconderse en las redes sociales. Un intento de estar en la mirilla del mundo aparentando tener una vida que, en realidad, no tienen.
Decidí que esto no sería más una parte esencial y necesaria de mi vida. Decidí ser asertiva y gestionar adecuadamente mis emociones para expresarlas en los medios que yo considere apropiados. Si tengo algo que decirle a alguien, se lo digo en persona, sin esconderme, directo. Decidí desconectarme y disfrutar de la vida real que, te lo digo, es mucho más apasionante. Decidí dejar atrás el afán de ‘enorgullecerme’ con prepotencias y apariencias mostrando a todos cada cosa que hago: ahora conozco y respeto el concepto de intimidad.
Ahora veo las redes sociales como una herramienta muy útil si se sabe utilizar para mantener cierto contacto, para informarse, trabajar y facilitar la vida, no como un medio para subir mi autoestima por las nubes tratando de mostrar que soy más interesante o atractiva que los demás.
Ahora sé que puedo ser tan segura en la vida real como lo era en las redes sociales, sin necesidad de inventarme una personalidad que, a la larga, representa un peligro para mí misma. Ahora sé que los recuerdos, momentos y vivencias que guardo para mí son mucho más valiosos que millones de ‘likes’ o comentarios, porque nadie más los recordará ni sentirá como yo lo hice. Ya no siento la necesidad de sentirme aliviada, reconocida y tranquila publicándolo todo. La vida es mucho más hermosa desde que recordé cómo salir a vivirla.
Y respondiendo a tu pregunta: lo que ha pasado con mi vida es que me casé con el hombre correcto en una bella ceremonia, con mis amigos y familiares. Somos tan felices, que no lo publicamos en redes sociales.
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